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LAS AZORES (Portugal) Los balleneros reorientan sus capacidades a la observación de las ballenas

Historia y contexto

El archipiélago de las Azores es una región autónoma de Portugal situada en medio del Océano Atlántico, a unos 1.360 km al oeste del continente europeo.  Las islas volcánicas, habitadas por primera vez por los colonizadores portugueses en el siglo XV, son tierras escabrosas y remotas, que desafían a los habitantes que a duras penas pueden ganarse la vida en tierra y en mar.  En el siglo XVIII, buques balleneros americanos (a menudo denominados buques balleneros 'Yankee') comenzaron a vagar por los océanos del mundo, haciendo escala frecuentemente en un puerto de la isla de Faial en las Azores. En 1768, alrededor de 200 buques balleneros de diferentes orígenes hicieron escala en Faial cada año. Eran atraídos por las poblaciones de cachalotes residentes en torno a las islas, así como por la comodidad de atracar en un puerto situado en medio del océano, donde los barcos podían ser reparados y los almacenes repuestos1

Los habitantes de la cercana isla de Pico tomaron nota de la demanda de productos  balleneros y decidió lanzar su propia industria ballenera en tierra partiendo de la aldea de Lajes, situada a una distancia de menos de 5 millas náuticas del puerto principal de Faial.  La caza de ballenas comenzó de Lajes en 1867 y continuó durante más de un siglo.  En su apogeo, la industria ballenera comprendía 22 canoas y 98 hombres, organizados en siete compañías balleneras de la comunidad2.  Se establecieron miradores en una red de torres vigía de piedra encaramadas en lo alto de los acantilados en torno a la isla. Cuando se avistaban cachalotes, lo señalaban a los balleneros, que zarpaban en canoas con velas, que las amainaban cuando se aproximaban a las ballenas, y se acercaban a remo silenciosamente para lanzar los arpones a mano.  A partir del decenio de 1930 se empezaron a utilizar arpones lanzados con mecanismos motorizados y acercando las canoas a una distancia próxima a las ballenas, aunque la aproximación final y el lanzamiento del arpón se efectuaban en la misma forma tradicional.  Los hombres que participaban en esta peligrosa práctica lograron la maestría de expertos en comprender la distribución y el comportamiento de las ballenas y en prever el punto de emersión sucesivo, ya que sus vidas y medios de vida dependían de encontrarse en el lugar y el momento adecuados listos con sus arpones. 

El alto valor del aceite de ballena, especialmente el aceite de spermaceti, obtenido de la cabeza del cachalote, proporcionó una valiosa fuente de ingresos para los habitantes de Pico, en particular los de la aldea de Lajes, que pasó a ser conocida también como A Vila Baleeia (aldea ballenera). Las diferentes empresas balleneras faenaban en marcada competencia unas con otras, pero todas tenían acceso abierto a las ballenas. Quienes partían con mayor velocidad y precisión en un determinado día se veían recompensados, ya que una vez lanzados los primeros arpones, el resto del grupo de ballenas generalmente se dispersaban rápidamente.  En este sentido, la industria se autorregulaba y se demostraba sostenible, dado que no disminuían las capturas por unidad de esfuerzo1. La demanda de aceite de ballena fue disminuyendo gradualmente, y en 1982, cuando Portugal convino en respaldar la moratoria de la Comisión Ballenera Internacional contra la caza comercial de ballenas, los balleneros de Lajes se mostraron dispuestos a deponer sus arpones.

Pocos años más tarde, sin embargo, se presentó una nueva oportunidad, diferente de la caza de la ballena.  El turismo en la Región de las Azores iba aumentando, y la observación de ballenas constituyó una nueva forma de turismo marino, que estaba naciendo en las zonas costeras de todo el mundo3.  En 1987 el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW por sus siglas en inglés) y la Comunidad Europea apoyaron estudios de factibilidad para investigar las posibilidades de observación de ballenas en las Azores.  En1989, los empresarios tanto extranjeros como locales iniciaron actividades de observación de ballenas partiendo del puerto de Lajes. Si bien los cachalotes eran el objetivo original de estas actividades empresariales, la diversidad de los cetáceos avistados en torno a las islas (confirmado ahora en 28 especies4) y su presencia fiable durante todo el año ha permitido a la industria ampliarse de 50 turistas en 1991 a 4.000 en 1997, y un número estimado de 12.000 en 20112.  En 1998 eran ocho los operadores turísticos que ofrecían servicios de excursiones desde la aldea de solo 400 habitantes permanentes, algunos de los operadores con dos barcos y cada uno efectuando dos viajes por día durante la temporada alta de verano.  Las tradicionales torres de vigilancia utilizadas para alertar a los balleneros de la presencia de sus presas fueron reutilizadas: La caza volvía a ponerse de nuevo en marcha.

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Reglamentos: consulta y adaptación

El rápido éxito de la industria en Lajes, dio lugar a una feroz competencia y rivalidad entre los operadores turísticos.  En 1995, temiendo que el creciente número de embarcaciones en busca de delfines y ballenas en torno a la isla podría perjudicar a sus objetivos, el gobierno local colaboró con los investigadores y las ONG para comenzar el proceso de redacción de reglamentos locales para la observación de ballenas5.  En 1998, se acogió una conferencia para examinar un anteproyecto de directrices, invitando a los operadores de observación de ballenas y otras partes interesadas a consultarse con el gobierno local, los investigadores y las ONG internacionales que habían redactado las primeras directrices, basándose e las directrices elaboradas para especies análogas en otras partes del mundo. 

Tal vez causando gran sorpresa, algunos operadores turísticos presentes consideraron que el proyecto de directrices no aseguraba suficientemente la protección a las poblaciones de ballenas y delfines.  Figuraban entre ellos ex balleneros, quienes consideraban que sus conocimientos tradicionales de los animales y de su comportamiento les permitía comprender la vulnerabilidad de las ballenas mejor que otros operadores1. Se mostraron favorables a proporcionar una mayor protección a los grupos de cachalotes con crías, mediante la creación de áreas protegidas y la especificación de los tipos de motores (y ruido de motores) que podían ser tolerados en torno a las ballenas. Si bien sus preocupaciones fueron parcialmente tenidas en cuenta en la legislación que fue aprobada por primera vez en 1999, los ex balleneros se quedaron con la sensación de que sus conocimientos tradicionales no se habían ponderado como los de los investigadores y las ONG1.

Un estudio realizado en 2002 reveló que solo el 54% de las embarcaciones de observación de ballenas se ajustaban plenamente al reglamento de 1999, que los cachalotes aumentaban su velocidad de natación y el comportamiento en superficie cuando las embarcaciones se acercaban demasiado rápida o imprudentemente, y que los grupos de cachalotes con hembras, ballenas jóvenes y crías aumentaban su frecuencia de emersión y respiración en presencia de embarcaciones turísticas6.  Estas conclusiones confirmaron la convicción de los ex balleneros de que había grupos de crías de cachalotes en torno a las islas que requerían normas más estrictas y medidas de precaución1.

Las normas se revisaron en 2003, y de nuevo en 2005 para tener en cuenta algunas de estas preocupaciones. Dichas normas, que están todavía en vigor hoy, requieren que en todas las excursiones haya a bordo un biólogo marino o un experto en comportamiento animal, y se prohíba nadar con los cetáceos, con la excepción de unas pocas especies de delfines. Las normas de 2005 incluyen también los siguientes cambios con respecto a las normas de 1999:5

  • la prohibición del uso de plataformas volantes y jet skis (motos acuáticas).
  • la inclusión de centinelas entre el personal de la tripulación (excepto cuando tienen otra manera de detectar los cetáceos);
  • la prohibición del uso del SONAR en proximidad de los cetáceos.
  • la prohibición de la presencia de embarcaciones en un radio inferior a los 500 m de un animal o grupo de animales que están descansando en superficie o de hembras en fatigas del parto;
  • una distancia de acercamiento no inferior a los 100 m de las crías.
  • un número máximo de 3 embarcaciones dentro de un radio de 500 m del mismo grupo de cetáceos.
  •  un período máximo de observación de 15 minutos con un grupo de animales.

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Enseñanzas aprendidas

La conversión de una industria ballenera local en una industria de observación de ballenas en las Azores se presenta a menudo como un excelente ejemplo de cómo los cetáceos pueden ofrecer valor a una comunidad a través del turismo. De hecho, las investigaciones confirman que los habitantes de Lajes están satisfechos con los ingresos que genera la observación de ballenas para ellos y sus familias2.  Cabe señalar, sin embargo, las enseñanzas que se han aprendido y los aspectos del desarrollo de la industria que podían haberse mejorado:

Puntos de fuerza:

  • La observación de ballenas en las Azores se ha beneficiado de los conocimientos tradicionales de los ex balleneros, que habían establecido un sistema para avistar ballenas desde la costa, y un conocimiento bien desarrollado de la forma de moverse con las embarcaciones en torno a las ballenas, sin espantarlas.
  • La historia ballenera de las islas, aunque fue denigrada al comienzo por los promotores del turismo de observación de ballenas, representa ahora un aspecto memorable de la cultura y la identidad local. El museo de la caza de ballenas y diversas atracciones organizadas en torno a las islas han contribuido a favorecer el reconocimiento de la historia ballenera, mirando al mismo tiempo hacia un futuro de observación de ballenas.
  • A diferencia de las islas Canarias, donde el turismo de observación de ballenas se ha convertido en una actividad altamente insostenible, debido al crecimiento no regulado de un destino turístico masivo7,8, la industria de las Azores ha experimentado un crecimiento limitado, debido en parte a la lejanía, las restricciones estacionales, y la falta de infraestructuras turísticas en las islas de Pico y Faial.  Esta situación ha beneficiado a los animales, y ha permitido a la industria crecer a un ritmo más controlado, con la posibilidad de elaborar una reglamentación adaptativa.
  • Al parecer, los turistas de observación de ballenas están muy satisfechos con sus experiencias en las Azores, registrando una puntuación media de satisfacción de 8,43/10 en un estudio reciente9.  Estos turistas han indicado los siguientes cuatro elementos más importantes a tener en cuenta en una excursión: ver ballenas de manera responsable; el compromiso del operador respecto del medio ambiente; los conocimientos y la información del guía; y la posibilidad de ver al menos una ballena9.  Estos elementos son de buen augurio para que los turistas puedan influir favorablemente sobre los operadores.

Retos:

  • A medida que la observación de ballenas fue estableciéndose y fueron negociándose los reglamentos, los ex balleneros inicialmente se sintieron infravalorados, cuando sus conocimientos tradicionales podían haber contribuido a dar forma a un enfoque más sostenible.
  • La industria es estacional, con turistas que generalmente van de visita solo en los meses cálidos del verano.  Los operadores turísticos de observación de ballenas y los proveedores de los servicios asociados tienen que buscar fuentes alternativas de ingresos en el período de baja2.
  • No todos los operadores se han beneficiado igualmente del desarrollo de la industria, ya que unos pocos operadores (en parte de propiedad extranjera) parecen haber obtenido la parte del león del mercado y las correspondientes industrias de apoyo1,2.
  • Los reglamentos, no obstante hayan sido redactados atentamente, no siempre son tan eficaces como se esperaba, con estudios que muestran, por ejemplo, que los delfines de Risso se ven afectados todavía negativamente por las embarcaciones de observación de ballenas que perturban su período de descanso en el 19% de los días dedicados a la observación durante la temporada turística alta10. Es evidente que hay todavía margen para mejorar la gestión adaptativa, acompañada por una vigilancia y observancia más eficaces de las normas.

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Referencias

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  1. Neves-Graça, K. Revisiting the tragedy of the commons: ecological dilemmas of whale watching in the Azores. Human Organization 63, 289-300 (2004).
  2. Silva, L. How ecotourism works at the community-level: the case of whale-watching in the Azores. Current Issues in Tourism 18, 196-211, doi:10.1080/13683500.2013.786027 (2015).
  3. Hoyt, E. Whale Watching 2001: Worldwide tourism numbers, expenditures and expanding socioeconomic benefits. 1-256 (International Fund For Animal Welfare, London, 2001).
  4. ICES.   212 (ICES).
  5. Oliveira, C. et al. Whale watching management in the Azores: An updated review of the regulations. . 4 (SC/59/WW7, Anchorage, Alaska, 2007).
  6. Magalhães, S. et al. Short-term reactions of sperm whales (Physeter macrocephalus) to whale-watching vessels in the Azores. Aquatic Mammals 28, 267-274 (2002).
  7. Neves-Graca, K. Cashing in on Cetourism: A Critical Ecological Engagement with Dominant E-NGO Discourses on Whaling, Cetacean Conservation, and Whale Watching. Antipode 42, 719-741, doi:10.1111/j.1467-8330.2010.00770.x (2010).
  8. Hoyt, E. Sustainable ecotouris on Atlantic islands, with special reference to whale watching, marine protected areas and sanctuaries for cetaceans. Biology and Environment: Proceedings of the Royal Irish Academy 105B, 141-154 (2005).
  9. Bentz, J., Lopes, F., Calado, H. & Dearden, P. Enhancing satisfaction and sustainable management: Whale watching in the Azores. Tourism Management 54, 465-476 (2016).
  10. Visser, F. et al. Risso's dolphins alter daily resting pattern in response to whale watching at the Azores. Marine Mammal Science 27, 366-381, doi:10.1111/j.1748-7692.2010.00398.x (2011).

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