Historia y contexto
La observación de ballenas en la región de la Península Valdés de la Patagonia comenzó a mediados del decenio de 1970, cuando los propietarios de barcos empezaron a transportar turistas en pequeños grupos a intervalos irregulares para avistar ballenas francas australes que aparecían en aguas de esa región1. En la época, el estado de las poblaciones de ballenas francas australes era de grave agotamiento después de años de caza, e inicialmente era raro ver a madres y crías en las bahías que se encuentran en torno a la Península Valdés. No obstante, a medida que fue aumentando la industria y el número de turistas que llegaban a esa región, las actividades de observación de ballenas fueron creciendo de manera constante hasta 1987, cuando el Gobierno comenzó a seguir de cerca las estadísticas de la industria1. En esa época, la participación de Argentina en la Comisión Ballenera Internacional y la declaración de 1974 del parque marino provincial de "Golfo San José" (mediante la Ley Provincial Nº 1238), fueron las únicas normas vigentes para proteger a las ballenas en esa zona.
Las ballenas francas fueron objeto de protección por primera vez con arreglo a la Convención internacional para la reglamentación de la caza de la ballena de 1931, que se aplicó a partir de 1935. Posteriormente, y tras la moratoria mundial sobre la caza de ballenas (1986), la población de ballenas francas australes que habitaban en aguas situadas frente a las costas de Argentina comenzó a aumentar rápidamente. Según las estimaciones, para 1980, había 168 hembras reproductoras que utilizaban el área, y habían aumentado a 328 para 19902. La tasa de aumento de la población se estimó en 7% al año, y un cambio en la distribución de las ballenas hacia el interior de Golfo Nuevo, frente a las costas de El Doradillo3, donde se llegó a alcanzar la densidad de 6.5 ballenas/km2, contribuyeron a que las actividades de observación de ballenas fueran más fiables y más gratificantes para los turistas Los operadores locales en funcionamiento eran cinco en 1987, año en el que las estadísticas del Gobierno documentaron la presencia de 5.214 turistas de observación de ballenas. En los 13 años siguientes, el número de turistas de observación de ballenas aumentó en un promedio de 6.275 turistas por año hasta alcanzar casi los 70.000 en el año 20001. Si bien la presencia de ballenas francas australes se limita al período de junio a diciembre, hay una variedad de otras especies de mamíferos marinos que atraen a turistas en la "temporada baja"; delfines acrobáticos y delfines oscuros y otras especies de delfines; elefantes y leones marinos; y las ahora famosas orcas que se lanzan a la playa para capturar cachorros de leones y elefantes marinos. Debido a la distribución cerca de la costa (o en la orilla) de muchos de estos mamíferos marinos, los turistas pueden disfrutar de las actividades de observación de la fauna silvestre desde tierra así como de la observación de ballenas desde embarcaciones. En 2006, el 80% de los visitantes que llegaron a la Península Valdés entre junio y diciembre se dedicaron al turismo de observación de ballenas, y se generaron más de 61 millones de USD de ingresos de forma directa o indirecta para Argentina a través del turismo de observación de ballenas4